Fibonacci: La fórmula de la belleza

¿Qué tienen en común un rostro bonito, el acomodo de los pétalos de una flor y la forma en espiral de una galaxia?



La respuesta está en las matemáticas, específicamente en una secuencia de números que se repite en la naturaleza, en el arte y en todo lo que los humanos percibimos como bello.

Las flores, arreglan sus semillas siguiendo un patrón en específico. Las piñas, los piñones y el acomodo de los pétalos de una rosa, también siguen este patrón. Y el ejemplo más claro lo tenemos en las conchas de nautilos. Que tienen un espiral dictado por este mismo patrón numérico.  



Este patrón esconde un número que es conocido como “el número dorado” o “la proporción áurea”.



Y lo interesante de esto no es solamente que el número dorado aparece por todos lados en la naturaleza. Sino que también lo podemos encontrar en el arte, la arquitectura y todo lo que nos parece naturalmente bello.



De cierta forma, se podría decir que la presencia de la proporción áurea es lo que hace que las cosas nos parezcan bellas.

Por ejemplo: Las caras humanas que se apegan más a esta proporción son las que nos parecen más bellas.



Y bueno, en el caso del arte no es ninguna coincidencia que encontremos el número dorado. Los grandes maestros del arte ya tenían conocimiento de este impresionante número, y lo utilizaban constantemente para crear obras estéticamente perfectas.

Pero antes de mostrarte ejemplos, queremos explicarte cómo se compone esta secuencia.

Se trata de una serie numérica llamada Secuencia Fibonacci en la que la suma de dos números consecutivos siempre da como resultado el siguiente dígito.

Como por ejemplo, 0 + 1= 1, 1+ 2= 3, 2 +3= 5, 3 + 5=8, y así sucesivamente.

Y la relación que existe entre cada pareja de números consecutivos (es decir, si divides cada número entre su anterior) se aproxima al número 1.618, y este, es el número dorado, que dicta la proporción áurea.

Esta proporción es representada en forma de espiral al ser conformada por una serie de cuadros y rectángulos que entre sí encajan a la perfección.

Y resulta que este espiral es justo el que encontramos en la forma de las galaxias, los caracoles, los pétalos y semillas de las flores, entre otros.

El ejemplo perfecto de la arquitectura lo tenemos en El Partenón de Grecia. Que fue construido respetando esta proporción.



Y en el arte, tenemos muchísimos ejemplos. Muchas obras de Da Vinci, como la Mona Lisa, siguen específicamente esta proporción.



También, esculturas, como “El David” de Miguel Ángel, contienen el número dorado en la posición del ombligo con respecto a la altura de la estatua. Y también, en las articulaciones de sus dedos.



Otras obras “estéticamente perfectas” son Las Meninas de Diego Velázquez, El hombre de Vitruvio, El cuerpo de la Venus de Botticelli y la Madonna del Cardellino.

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En fin… No sé a ustedes, pero a mí me parece superinteresante que exista un número específico detrás de todo lo que nos parece bello. Es difícil pensar que algo tan frío como las matemáticas esté tan relacionado con la estética.

 

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