La trágica vida de Edvard Munch

 

Sus pinturas están plagadas de ansiedad y desesperación, y algunas de ellas son extremadamente famosas. Sin embargo, pocas personas conocen la desgarradora historia del artista que las hizo.

Hablamos de Edward Munch, y en este vídeo te vamos a contar su trágica historia.

Munch nació en Noruega en 1863, siendo el segundo de 5 hijos. Y tristemente, las tragedias no tardarían en llegar a su vida.

Cuando tenía tan solo 5 años, su madre murió de Tuberculosis. Y esto, causó grandes cambios en la dinámica de su hogar.

Para enfrentar su dolor, el padre de Munch paso de ser un médico militar a un fanático religioso, y se volvió muy severo y duro con sus hijos.

Además de los constantes regaños del padre, otra cosa que sumaba estrés y ansiedad a la situación era que en esos tiempos se creía que la tuberculosis era una enfermedad hereditaria. Por eso, Munch y sus hermanos vivían convencidos de que compartirían la misma suerte que su madre y morirían de esta terrible enfermedad.

Y lamentablemente, este miedo se volvió una realidad. Cuando Edvard tenía 13 años, Sophie, su hermana favorita, falleció de Tuberculosis también.

La muerte de estas 2 personas cercanas a su vida marcarían su vida y su arte para siempre.

Además de vivir con el miedo de la tuberculosis, la familia Munch tenía que vivir con miedo a las enfermedades mentales, ya que tenían un gran historial de enfermedades mentales como ansiedad, depresión y trastorno bipolar, entre otras.

De hecho, en alguna ocasión Munch declaró que heredó lo peor de sus padres: La tuberculosis y el “gen de la locura”.

Munch siguió creciendo, y cuando pasó la adolescencia comenzó a sentir una gran curiosidad por el arte. Estaba interesado en lo que él llamaba “diseccionar el alma” es decir, explorar de qué están hechas las emociones humanas. Y el arte era la mejor herramienta que Munch conocía para lograr esto.

Pero para perseguir su carrera artística Edvard se tuvo que enfrentar a fuertes críticas de su padre, quien no aprobaba estos intereses y tampoco pensaba que eran buena influencia los grupos de artistas bohemios que frecuentaba.

A raíz de esto, la relación de Edvard con su padre se fue descomponiendo. Especialmente porque su padre frecuentemente expresaba que estaba muy avergonzado de su hijo artista.

Todo esto comenzó a perpetuar un profundo sentimiento de soledad en Munch. Por una parte su padre lo consideraba demasiado liberal, y por otra parte, sus amigos lo consideraban demasiado tradicional.

A pesar de sentir esta soledad, Munch de algún lado encontró la voluntad para seguir con su carrera artística y viajó a París para seguirse desarrollando.

Ahí, tuvo la oportunidad de conocer en persona el trabajo de los impresionistas y postimpresionistas. Y con esta inspiración comenzó a tener confianza en su trabajo y logró que sus pinturas fueran exhibidas.

Pero las críticas no tardaron en llegar, ya que sus obras exploraban temas muy escandalosos como la muerte, la ansiedad y la enfermedad. Y aunque Munch recibió algo de apoyo de otros pintores jóvenes, en general su trabajo fue tachado de ser feo e inapropiado. Debido a esto, los dueños de la galería se vieron obligados a retirar sus obras de la exhibición.

De hecho, cuando en 1893 Munch realizó “El Grito”, su obra más famosa, los doctores recomendaron que ninguna mujer embarazada asistiera a la exhibición. Creían que emociones tan fuertes como las que causaba esta obra podían causar abortos espontáneos.

Esta obra tuvo tanta fama, tanto positiva como negativa, que Munch decidió hacer diferentes versiones de la misma para exhibirlas en diferentes museos y galerías.

Y fue durante este periodo que Munch produjo sus obras más famosas. La mayoría de ellas inspiradas en los padecimientos de la mente humana. Temas como la ansiedad y la depresión fueron los que hicieron su trabajo tan fascinante para unos y tan repugnante para otros.

Además del arte, otro aspecto de la vida de Munch que comenzó a florecer fue el del amor. En 1888, Munch conoció a una joven llamada Tulla Larsen y desde el primer instante, ella quedó profundamente enamorada de él.

Aunque él no estaba interesado en la relación en un inicio, ella lo persiguió y hostigó hasta que él finalmente aceptó.

En este tiempo, las pinturas de Munch se comenzaron a llenar de escenas de amor y lujuria. Pero aunque fueran obras de amor, siempre tenían un toque trágico y macabro que representaba la inestabilidad y toxicidad de esta relación.

Aunque en las pinturas podemos ver a dos enamorados, es imposible evitar sentir una profunda soledad al verlas.

Y bueno, un día, Tulla decidió comunicarle a Munch que quería casarse, y al escuchar esto, él decidió escaparse a Italia y después a Alemania. Estuvo huyendo de ella por 1 año, y fue en este periodo que Edvard comenzó a refugiarse en el alcohol.

Después de un año, Tulla volvió a aparecer en su vida. Y con amenazas de suicidio, lo convenció de verla una vez más. Durante el encuentro se produjo una discusión tan fuerte que el pintor resultó herido con un arma de fuego. Afortunadamente solo perdió uno de sus dedos. Pero el incidente hizo que los dos terminaran de entender que no debían estar juntos.

En los años siguientes, Munch desarrolló serios problemas con el alcoholismo y otros malestares mentales. De hecho, muchos expertos piensan que incluso sufrió un derrame cerebral en este periodo.

Todo esto hizo que Munch se internara en un sanatorio mental. Y ahí, recibió la ayuda que necesitaba para recuperar la esperanza de tener una buena calidad de vida.

Mientras estaba en este sanatorio Munch ganó más reconocimiento y se le encargaron varias pinturas importantes.

Sin embargo, sus nuevas obras ya no estaban tan cargadas de emociones intensas. Dejaron de ser tan emocionales y por eso nunca lograron superar a las pinturas del inicio de su carrera.

En su vejez, uno de sus grandes miedos se volvió realidad: a causa de cataratas en sus ojos, Munch se comenzó a quedar ciego.

Y en este punto de su vida, comenzó a contemplar la cercanía de la muerte. Por eso, en sus últimos autorretratos podemos verlo como un hombre anciano, reflexionando.

Para empeorar las cosas, durante la segunda guerra mundial, el nombre de Munch fue añadido a la lista de artistas que los Nazis consideraban como “degenerados”. Y debido a esto, sus pinturas tuvieron que ser retiradas de muchos museos, muchas de ellas incluso fueron destruidas.

Y lamentablemente, Edvard Munch no alcanzó a ver el final de la guerra y de la corriente de odio hacia el arte moderno, ya que falleció de un resfriado en 1944.

Es decir, Munch murió en el desprestigio, siendo considerado por muchos como un “artista degenerado”, sin saber que pasaría a la historia como uno de los grandes del arte.

Afortunadamente, muchas de las obras sobrevivieron al ataque de los Nazis y fueron muy apreciadas después de la guerra. Y hoy en día, muchísimas personas aprecian el arte de Edvard Munch, lleno de emociones intensas.

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